CRISTO EN CASA DE MARTA


Cristo en casa de Marta.
Lienzo. 60 x 103,5 cm Londres. The Trustees of the National Gallery

PROCEDENCIA Colección Packe. Norfolk. Sir William M. Gregory (1881). Legada a la National Gallery por Gregory en 1892.
BIBLIOGRAFÍA Mayer 9, Pantorba 14, López Rey 8, Bardi 13, Gudiol 9.

Éste es uno de los cuadros más interesantes y atractivos de la época sevillana de Velázquez. Datable para López Rey y Camón Aznar en 1618, lo que admite Gudiol al examinar los restos de la fecha; Bardi propone 1619; Pantorba, 1620. Neil MacLaren, en su catálogo de la Escuela Española, de la National Gallery, piensa que ha de ser una de las primeras obras de Velázquez, ya que muestra influencias de Pacheco en la cabeza de la anciana del primer término, acaso el mismo modelo de la Vieja friendo huevos de Edimburgo, relacionado con el Retrato de Pacheco y su mujer del Museo de Sevilla, lo que permite pensar que el joven Velázquez empleaba de modelo a su suegra en ambos casos.
 
La pintura representa a una joven cocinera majando ajos en el almirez de su cocina, en una mesa donde vemos más ajos, cuatro pescados en un plato, un par de huevos y una cuchara en otro, y una jarrita, probablemente de aceite. Tras la cocinera (cuyo modelo para la cabeza pudo ser el aldeanito que Velázquez tenía contratado según Pacheco) aparece, a la izquierda del lienzo, una anciana con tocas, que señala con el índice de la mano derecha hacia una escena que vemos en el extremo opuesto, a través de una ventana, o del reflejo de un espejo, y que representa a un hombre con túnica, pelo largo y barba, sentado en un sillón frailero, recortándose sobre una puertecilla oscura, en trance de aleccionar, como confirma el ademán de su mano izquierda, a una mujer rubia, destocada y con los cabellos sueltos, sentada en el suelo, a sus pies, escuchando atentamente.

Los caracteres descritos permiten identificar a estos dos personajes como Cristo y María Magdalena. Detrás de ésta, en pie, hay otra vieja, con tocas semejantes a la del primer plano, que alza ligeramente los brazos, como si quisiera interrumpir, sin atreverse, la lección del Maestro.
 
Neil MacLaren identificaba a ambas viejas con un solo personaje, Marta, en cuya casa se desarrollaría este episodio, que responde a un texto del Evangelio de San Lucas (10, 38-42): "Yendo de camino (Jesús) entró en una aldea y una mujer, Marta de nombre, le recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta andaba afanada en los muchos cuidados del servicio y, acercándose, dijo: Señor ¿no te da enfado que mi hermana me deja a mí sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. Respondió el Señor y le dijo: Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas; pero pocas son necesarias, o más bien una sola. María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada" (versión de Nácar-Colunga, B.A.C. Madrid, 1953).
 
Neil MacLaren (1952, pág. 74) siguiendo literalmente el texto evangélico, no piensa, al identificar a esa anciana con Marta, que no corresponde su avanzada edad con la juvenil de la Magdalena del fondo, aunque fuera la hermana mayor. Por eso creemos que esa vieja no es sino un personaje secundario, que sirve para llevar a la joven cocinera, que sería Marta, la noticia de que su hermana está inactiva. Como dice Gallego, (1974, págs. 135-36) sería "una dueña, Hortigosa o Rodríguez, o vecina entrometida que después de ver en el estrado del fondo cómo María escucha a Cristo mano sobre mano, va a acusar (el dedo índice es revelador de su intención) a su laboriosa hermana Marta, suerte de cocinera o "gallega" para la que pudo servir de modelo un muchacho".
 
Pantorba no se detiene a sopesar esta hipótesis al estudiar este cuadro (n.° 14 de su catálogo) al que, "para comodidad de todos", da el título tradicional de Cristo en casa de Marta, aunque lo juzga inadecuado "ya que la escena bíblica a que él se refiere no es el tema del cuadro, sino una visión que se desarrolla en tamaño pequeño, al fondo según el crítico inglés Kaines Smith, en un espejo y que parece pintada como buscando el contrapeso de las dos figuras principales", lo que induce a quien no se fija a incluirla entre las obras religiosas del pintor. No parece pensar este gran investigador que no sería la única vez que Velázquez explicara la escena del primer término por otra, aparentemente secundaria, del último, como sucede en La Mulata, en Las Meninas y en Las Hilanderas, según teorías generalmente aceptadas hoy. Y que, con su humor paradójico y su deseo de "aggiornamento" caravagesco de la Historia Sagrada, está pintando un "bodegón a lo divino", por seguir la acertada expresión de Emilio Orozco, con que desconcertar a quienes, como Carducho, menospreciaban la pintura de bodegones y cocinas.
 
En este aspecto, se ha apuntado en otros libros (en especial El cuadro dentro del cuadro, Gallego), Velázquez no tendría necesidad de conocer ejemplos análogos de Holbein el Viejo, Pieter Aertsen y Heemskerck, sino que le bastaría haber visto el San Sebastián que su maestro y suegro pintó para una cofradía de caridad del pueblo sevillano de Alcalá de Guadaira (destruida en la guerra civil de 1936-39), en cuyo cuadro el santo aparece, en primer término, encamado y convaleciente de su primer martirio, representado al fondo en un cuadro o ventana, recibiendo el auxilio de una santa mujer que le lleva un tazón de caldo y oxea las moscas con una ramita. Una escena "de género" se convierte así en escena "sagrada" por la explicación introducida en su fondo.
 
Hay que agregar que el "vulgar" bodegón aparece cuidadosamente pintado, mientras el cuadro del fondo (con otro bodegoncito) es mucho más ligero de factura. No podemos entrar aquí en la cuestión de si la hermana de Marta era la pecadora Magdalena; los críticos religiosos (como Nácar-Colunga) piensan que no: "Parece claro que esta María que aquí se nos presenta por primera vez no tiene nada que ver ni con la Magdalena ni con la pecadora". Ello no impide que, tradicionalmente, tanto en este episodio como en el de la resurrección de Lázaro, los pintores y escultores hayan hecho un sólo personaje, reconocible por su cabellera suelta y rubia y su belleza juvenil.



No hay comentarios:

Publicar un comentario