ESTUDIO PARA CABEZA DE APOLO


Estudio para cabeza de Apolo
Lienzo. 36 X 25 cm.
Nueva York. Colección particular.

PROCEDENCIA Colección Isola, Génova, hasta 1840. Pasa a la colección inglesa; figura en la venta Sotheby's de Londres, 21 mayo 1935. Adquirida por Wildenstein's Nueva York. BIBLIOGRAFÍA Mayer 62, Pantorba 141, López Rey 69, Bardi 41-B, Gudiol 60.


Como el cuadro de La fragua de Vulcano está pintado en el primer viaje de Velázquez a Italia, no se discute su fecha, 1630, que sería la de esta cabeza, preparatoria de la figura de Apolo en dicho lienzo.
 
Mayer la publicó como auténtica en su artículo "A study by Velázquez for the Apollo" (París, Les Beaux Arts, s.d. y Burlington Magazine, 1927). Lafuente Ferrari la recoge, con el n.° 37, en su catálogo inglés (1943), indicando que este boceto es digno de estudio, aunque no suficientemente discutido todavía; en cambio, no se decide a ello en el catálogo español. Pantorba, que le encuentra "sólo un leve sabor velazqueño" cree que eso "no autoriza... a sostener la atribución que quiere dársele". Gudiol la admite sin reparos y la reproduce (1973, págs. 132-133, figs. 93 y 94) en color, a toda plana, para que pueda cotejarse fácilmente junto a la del Apolo del Prado, mentándola como "un pequeño lienzo de extraordinaria belleza, con efectos de gran libertad y con innovaciones de técnica y concepto pictórico, que reflejan la impresión recibida ante los grandes pintores venecianos, tanto o más que la obra definitiva". Camón Aznar (1964, págs. 328-29), en cambio, piensa que "ni siquiera como boceto puede admitirse la simplificación que la pintura tiene en esta obra", que no le parece de Velázquez. Trapier no alude a ella al estudiar La fragua de Vulcano (1948, págs. 158-163). López Rey (1978), la reproduce junto al cuadro definitivo (pág. 59) y señala (pág. 72) que de los estudios previos de Velázquez "sólo nos ha llegado uno, un boceto a color, luminosísimo (que) muestra la cara del dios con expresión juvenil, envuelto en un leve sombreado que en la composición final lo invade todo". En su catálogo anterior (n.° 69) afirma que los rayos X demuestran que es el boceto de la primera versión de la cabeza de Apolo, luego modificada levemente, y que la tela original era de la misma clase en el boceto (hoy reentelado) que en el cuadro definitivo. Bardi, (1969, pág. 93), sin definir su propia opinión, escribe que, esta cabeza es "considerada esbozo preliminar por varios estudiosos; hasta los más reticentes (como Pantorba) le admiten, al menos, un leve sabor velazqueño". Jonathan Brown (1986, pág. 77) la admite como auténtica: "La primera idea de Velázquez se conserva en uno de los raros bocetos preparatorios que tenemos de su mano. El artista trasladó esta postura al lienzo y posteriormente la corrigió en algunos detalles".
 
En efecto, comparando un perfil con el otro nos damos cuenta de que el perfil definitivo de Apolo, sin dejar de ser juvenil, alcanza un aire autoritario y algo majestuoso, que casi justificaría la hipótesis, vertida por Trapier (1948, pág. 158), de que "Apolo se consideraba como símbolo de Cristo y que el asunto de José y sus hermanos se empleó como alegórica representación de la muerte de Cristo" (cf. Harris, 1940, pág. 74).
 
Hay que tener en cuenta que Velázquez pinta en Roma (también sin mandato regio) en el mismo viaje y fecha que La Fragua de Vulcano, un lienzo de medidas semejantes y que suele considerarse como su pareja: La túnica de José, aunque acusen diferencias de estilo. Por eso se ha tratado de buscarles un asunto común. El reseñado parece imposible e inadecuado, al tratarse de una fábula mitológica de contenido ridículo y escabroso: Apolo advierte a Vulcano, que está forjando las armas de Marte, que su esposa, Venus, le está engañando con el dios de la guerra Marte, tomando de la teogonía pagana los aspectos más grotescos (Gállego, 1972, parte 1.a, cap. II, págs. 64-70) según la tendencia desmitificadora española.
 
En el lienzo de José, sus hermanos enseñan al padre común, Jacob, la túnica ensangrentada de su predilecto, para hacerle creer que ha muerto.
 
Se han presentado ambos cuadros como alegorías de la denuncia, de la calumnia o del engaño; pero las dos historias no aceptan juntamente más explicaciones, ya que Apolo dice la verdad, mientras los hermanos de José mienten.
 
He propuesto como tema común (Gállego, 1983, págs. 85-86,) el poder de la palabra "es decir una variación sobre el eterno tema velazqueño de la superioridad de la idea sobre el trabajo", lo que, hasta cierto punto, coincide con la hipótesis de Ch. de Tolnay (1949) de La fragua como alusión a las artes nobles (Apolo) visitando y dominando a las manuales (Vulcano y sus cíclopes), bajo cuyo aspecto este cuadro es como un precedente de Las hilanderas.
 
En cualquier caso, el perfil, más afeminado y lánguido, de esta Cabeza de Apolo, que le da, junto a los sueltos y serpenteantes cabellos, cierto aspecto como de alegoría del siglo XIX, toma un aire decidido y distante en La fragua de Vulcano, sin perder, por ello, el aspecto de personaje de comedia, "boquirrubio" diosecillo, que, por falso y pagano, le conviene.
 
Es innegable que la ligerísima corrección que Velázquez impone a su modelo hacer perder ese estilo de morceau de bravure fin-de-siécle de la Cabeza de Apolo, a la que su aire (inacabado aposta) tan cultivado por los tardos imitadores de Velázquez a fines del siglo XIX, le da ese aspecto tardo-ochocentista mientras que en el cuadro definitivo alcanza un valor intemporal, esa "contemporaneidad" que tantas veces nos hermana con los personajes de sus lienzos.
 
Pero sería difícil que uno de esos habilísimos velazquistas fuera infiel a la serenidad de su modelo, tanto más cuanto que la radiografía muestra (cf. López Rey) la mayor semejanza del perfil de esa figura en su versión primitiva con la cabeza abocetada, que en la ya definitiva. En cualquier caso, es un hermoso trozo de pintura.

 
 
 
 

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