LA MULATA O LA CENA DE EMAÚS


La mulata o la Cena de Emaús.
Lienzo. 56 x 118 cm
Dublín. The National Gallery of Ireland

PROCEDENCIA Colección sir Hughe Lane (1909). Colección sir Otto Beit, Sir Alfred Beit. Legado por Beit a la National Gallery of Ireland en 1987.

BIBLIOGRAFÍA Mayer 106, Pantorba 4, López Rey 18, Bardi 5.

Este cuadro fue publicado como original de Velázquez por Beruete (1913) que lo vio en la exposición de maestros españoles de Grafton Galleries, prestado por el coleccionista Otto Beit como "atribuido" al maestro, señalando que había sido desconocido, hasta el momento, del público y de la crítica, y comparando su técnica con la de los Dos Hombres Comiendo de la colección Wellington en Apsley House, no tan magistral como la de El aguador de Sevilla y la Vieja Friendo Huevos.


Allende-Salazar databa este cuadro hacia 1617, con lo que sería el más antiguo conocido de Velázquez. Había una descripción en el Museo Pictórico de Palomino (1724, III, 106-1.°) entre las pinturas que Velázquez hizo en Sevilla, en sus mocedades:

"Otra, donde se ve un tablero, que sirve de mesa, con su anafe y encima una olla hirviendo y tapada con una escudilla, que se ve la lumbre, las llamas y centellas vivamente, un perolillo estañado, una alcarraza, unos platos y escudillas, un jarro vidriado, un almirez con su mano y una cabeza de ajos junto con él, y en el muro se divisa colgada de una escarpia una esportilla con un trapo y otras baratijas; y por guarda de esto un muchacho con una jarra en la mano y en la cabeza una escofieta, con que representa con su villanísimo traje un sujeto muy ridículo y gracioso".

Es curioso que esta descripción, que recoge detalladamente elementos de esta composición, desde donde habla del "perolillo" hasta "esportilla con un trapo" se aparte tan decisivamente de ella al principio (pues no hay anafe, ni olla, ni lumbre) y al final, ya que, en vez de un muchacho ridículo con una jarra en la mano, hay una muchacha negra, con escofieta, eso sí, por lo que esta obra se ha conocido como La sirvienta o La mulata.

Es posible que la tela que vio Palomino fuera mayor y se haya recortado de ella ese fogón que había de estar, según los reflejos en el rostro atezado del personaje, a izquierda de la composición. Poco después, August Mayer publicaba (1927) otro cuadro semejante, que consideraba el original, siendo el de Beit una repetición o réplica; esta opinión, de la que volvió hasta cierto punto al ver limpio el ejemplar Beiz, ha sido seguida por Pantorba, que considera La Mulata descubierta por Mayer (que pasó entre 1932-36, al Art Institute de Chicago), de mejor calidad que primera, aunque, al no haberlas visto al natural y por "prudencia, aconseja no excluir ninguna del catálogo de Velázquez".

Gudiol sí que lo ha hecho; y no recoge en el suyo (Barcelona, 1973, n.° 4) sino La sirvienta de Chicago, que data entre 1617-18.

Para J. Brown, este último ejemplar está demasiado estropeado para poder afirmar su autenticidad (1986, pág. 21).

Lo más curioso del caso es que, en 1933, al someter a una limpieza lienzo de la colección Beit, se retiró un amplio repinte de fondo apareció una ventana o abertura por la que vemos una mesa de comer con Cristo de frente y un hombre barbado a su izquierda (derecha del espectador); habría otro, verosímilmente, a su derecha, según la tradicional iconografía de la Cena de Emaús. Ello, a la vez que permite pensar que el cuadro se prolongase hacia la izquierda (dando cabida al otro discípulo al fondo y al anafe en primer término), lo transforma en un "bodegón a lo divino", en que, siguiendo el humor paradójico del sevillano, se transforma por un detalle del fondo una escena despreciable, según los teóricos (Carducho), en otra digna del mayor respeto, adaptando el "aggiornamento" de Caravaggio al representar escenas sagradas a un escenario popular (Gállego, 1984).

Esta transformación, Velázquez la consigue de manera más magistral, en Cristo en casa de Marta. Este sistema de explicar el argumento de un cuadro por un detalle del fondo, pese a los precedentes de Holbein el Viejo, Pieter Aertsen y Heemskerck, es absolutamente original de Velázquez, que va a usarlo en sus obras mayores, Las Meninas y Las Hilanderas, explicables gracias a los cuadros (pintados o tejidos) de sus fondos.

En este aspecto, la humilde mulata que coopera a la Cena de Emaús, donde se afirma la divinidad de Cristo resucitado, parece seguir aquel dicho de Santa Teresa a una de sus monjas, reticente ante las labores de cocina:

"También Dios anda entre los pucheros".

Es posible que ese fondo estuviera ya cubierto cuando Palomino vio el cuadro, a no ser que se refiera al de Chicago. En todo caso, el sexo de la supuesta "mulata" no está bien definido y Martín S. Soria cree que se trata de un muchacho, con lo que, si notamos la cofia (escofieta) y que con la mano izquierda agarra el asa de un jarro vidriado, estaríamos más cerca de la descripción de Palomino.

Camón Aznar, que admite la autografía de ambos cuadros aunque "el cuadro de Chicago parece de más enérgica pincelada", se inclina a retrasar la fecha hasta 1623-24; aunque los más creen que sea anterior, de 1617-18, y según Allende, como ya hemos dicho, la primera obra conocida de Velázquez.


 

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